Mi paciencia está llegando a límites incomprensibles, creo que es hora de abandonar la partida... O hazme ver que realmente merece la pena seguir aquí...
Y esa maldita palabra retumba en mi cabeza: princesa, princesa, princesa, PRINCESA... como adoraba que me llamases así, como me gustaba imaginar que era la única princesa de tu vida...
Como me gustaba pensar que todo era un pequeño e infinito cuento, y ahora, lo único que falta en el cuento es, además del príncipe, las ganas de soñar.
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